Uno de los rasgos del ciclo político iniciado con el movimiento 15M es que consiguió movilizar a una gran cantidad de personas en torno a cuestiones materiales estructurales relacionadas con la banca, la especulación, la vivienda, la energía o los servicios públicos (y, en bastante menor medida, con las cuestiones laborales, que pasaron a segundo plano). En general, puede decirse que la intensidad de esas movilizaciones no ha provocado transformaciones materiales de gran calado en la política económica de España, pero sí que han contribuido a reenmarcar simbólicamente la Gran Recesión y sus efectos. En particular, las movilizaciones han logrado politizar diversos asuntos “económicos” que permanecían fuera de la agenda pública o se consideraban cuestiones técnicas. Este proceso de repolitización –esta restauración de la economía política– ha revitalizado el debate público en torno a las causas y soluciones a problemas como la vivienda, la desigualdad o la deuda, presentándolos como lo que son: conflictos distributivos.